viernes, 6 de julio de 2012

El ruiseñor mexicano


María de los Ángeles Manuela Tranquilina Cirila Efrena Peralta Castera, nació en la ciudad de México el 6 de julio de 1845.

Aunque de origen humilde, siempre recibió buena educación que le permitió desarrollar sus inclinaciones artísticas, revelándose como poseedora de una voz extraordinaria, dentro de la tesitura de soprano.

Debutó en 1853, a la edad de 8 años, interpretando la cavatina de la ópera Belisario de Gaetano Donizetti; y un año después maravilló a la condesa Rossi, considerada como una de las más notables cantantes de la época, que hacía una temporada en el hoy extinto gran Teatro Nacional de México. 

Desde su juventud se esmeró en el estudio y perfeccionamiento del canto, el piano y la composición, destacando de entre sus maestros las figuras del mexicano Cenobio Paniagua y el italiano Francesco Lamperti. 

El 16 de julio de1860 se presentó nuevamente en el gran Teatro Nacional, cantando el papel de Leonora en El Trovador de Giuseppe Verdi. El público la aclamó notablemente; y es ésta la que se considera su función de debut oficial.

Para 1862 ya se encontraba cantando en los principales escenarios europeos, triunfando en la interpretación de los roles más complejos del repertorio del bel canto:  La Sonámbula, Norma y Los Puritanos, de Bellini; Lucía de Lammermoor; La Hija del Regimiento y El Elixir de Amor; de Donizetti; y El Trovador y La Traviata de Verdi. Aún sigue siendo memorable el furor de aquella gira, pues a un tiempo que lograba despertar la admiración debido al tono de su timbre y a su técnica perfecta, en los salones no dejaba de comentarse sobre las risibles y  grotescas gesticulaciones realizadas por su tosco y rudo rostro al momento de cantar, pues al ruiseñor mexicano la naturaleza le había negado toda gracia corporal.





El 29 de enero de 1866 cantó para los emperadores Maximiliano y Carlota. A cambio de tal condescendencia se le nombró "Cantarina de cámara del imperio", provocando la repulsa dentro del bando liberal mexicano. 

Ángela Peralta reanudó sus giras por el interior de la república, seguida de su compañía, integrada por 80 artistas de entre los que destacaba un grupo de jilgueros italianos de dudosa categoría. 


En agosto de 1883, después de cantar la María de Rohan, de Donizetti en un escenario improvisado dentro de un patio, la soprano desembarcó en el puerto de Mazatlán, ciudad que se encontraba asolada por una epidemia de cólera que terminó por afectar a la cantante. 
Ángela Peralta falleció el 30 de agosto de 1883, después de casarse in articulo mortis con su amante, don Julián Montiel y Duarte. 
La grandeza artística de Ángela Peralta se encuentra resumida en la más famosa anécdota que protagonizara: 
Un día, al terminar de entonar algunas piezas sacras ante la apostólica majestad del Papa Pío IX, la Peralta hizo ante su Santidad una reverencia, diciendo: "Santo Padre, así se canta en México". A lo cual, el Papa, profundamente emocionado, exclamó: "¡Así se canta en el Cielo!"


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