Conjugando a un tiempo sueño y arquetipo, la obra de Remedios Varo destaca como uno de los legados más importantes de la pintura surrealista; aunque la complejidad y el misticismo plasmado en muchos de sus cuadros van más allá de una simple catalogación iconográfica, tan frecuente en las publicaciones sobre historia del arte.
Nacida el 16 de diciembre de 1908, María de los Remedios Alicia Rodriga Varo y Uranga mostró desde niña una peculiar inclinación por el mundo de la plástica; y a la edad de 15 años ingresó en la prestigiada Academia de San Fernando, en Madrid.
Desde sus primeras obras intenta descifrar el misterio de los mensajes subyacentes en la apariencia de la realidad, aunque será hasta su encuentro con el grupo Logicofobista, una extensión del círculo surrealista liderado por Breton, que su pintura adquirirá un estilo plenamente reconocible, al tiempo en que se gana la vida con el oficio de dibujante publicitario.
En 1941, unida ya al poeta Benjamín Péret, arriba a tierras mexicanas, huyendo de la persecución que se realizaba en Europa hacia todos los opositores a los ideales nazifascistas; este traslado le permitirá entrar en contacto con las grandes figuras del mundo artístico e intelectual americano, aunque su obra no recibirá mayores influencias de estilo. Sus bases artísticas, más bien, se encuentran en el viejo continente, en especial en las obras de los grandes maestros de finales del medievo, Bosco, Brueghel el Viejo, principalmente.
Aunque de un modo tardío -realizó su primera exposición en 1955- el reconocimiento de la obra de la hispano-mexicana será definitivo; Vagabundo, Creación de las aves, Cazadora de astros y Papilla estelar son sólo algunas de las piezas que integran su extenso catálogo pictórico.
Mención aparte merece su importante -aunque poco conocida- obra escultórica, formada por una peculiar colección de piezas elaboradas a partir de elementos eclécticos: huesos, maderas, espinas de pescados, alambres, rocas y cuerdas que se fusionan para formar ecos internos a partir de las inquietantes figuras a las que dan vida; un equilibrio perfecto entre el fondo y la forma.
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