martes, 26 de marzo de 2013

Nicodemo, símbolo y testigo de la nueva fe

Elevado a nivel de santidad tanto por la iglesia romana como por el cristianismo copto, Nicodemo es uno de los personajes más interesantes dentro de los textos evangélicos, pues del mismo modo que ocurre con la figura de Lázaro no forma parte de la tradición sinóptica (Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas) y es mencionado por el canon cristiano únicamente dentro del llamado evangelio didáctico atribuido a San Juan; mientras que las llamadas Actas de Pilato o Evangelio de Nicodemo constituyen uno de los textos fundamentales dentro de la tradición apócrifa de la pasión y la resurrección.

Reforzando la naturaleza del texto, las menciones sobre sus diferentes encuentros con Jesús aparecen de manera transversal a lo largo de todo el Evangelio de Juan, lo que aunado al significado etimológico de su nombre -Vencedor del pueblo- hace pensar en que probablemente se trate más de una figura simbólica que de un verdadero personaje histórico; aunque más allá de las discusiones que provoca la investigación sobre la veracidad de su existencia, lo más destacado es el papel que desempeña dentro de la construcción de la nueva ideología que el cristianismo naciente buscaba imponer.

A pesar de ser reconocido como una figura principal entre los judíos y como miembro activo del Sanedrín,  Nicodemo es el primer personaje dotado de autoridad  religiosa que reconoce en las obras realizadas por Jesús la presencia y el favor de la divinidad, aunque se valga prudentemente de las horas nocturnas para realizar su visita al joven rabí de Galilea, tratando de evitar de este modo el ser ridiculizado por sus colegas fariseos. 



Ofuscado por la formalidad de sus conocimientos religiosos, durante este primer encuentro, Nicodemo no consigue comprender los conceptos manejados en el discurso de Jesús; y el renacimiento del espíritu aún le resulta inaccesible, impidiendo su resurgimiento como un hombre nuevo, testigo ya, como en el Nirvana de la tradición budista, de la transitoriedad de la existencia terrenal. En vano escucha las palabras que se desvanecen en el viento de la noche, que sopla donde quiere aunque no sabe de dónde viene ni hacia a dónde va.

Sin lugar a dudas, el momento más destacado dentro de su participación en el texto evangélico se presenta durante el posterior proceso teológico-judicial aplicado contra Jesús -acusado de blasfemia y herejía-; y hasta nuestros días, la interpretación realizada por la exégesis a un versículo en concreto (Jn 7,52) sigue dando pie a una discusión que sugiere el que también este maestro de la ley pudo ser de origen galileo:

"¿También tú eres galileo? Investiga y verás que de Galilea no salen Profetas."

aunque en este caso lo que resulta en verdad destacado es la defensa pública a favor de la causa de Jesús  realizada por Nicodemo ante los miembros del Sanedrín; momento culminante para la comprensión del triunfo de la fe sobre la razón.

El evangelio nos cuenta que luego de la muerte de Jesús, Nicodemo contribuyó con mirra y áloe para el embalsamamiento del cuerpo, mientras que la tradición sugiere que después de hacerse bautizar fue sometido a tormento y que sus reliquias reposan en la catedral de Parma; siendo desde los primeros tiempos de la naciente religión una de las representaciones más frecuentadas por el arte cristiano.


domingo, 10 de marzo de 2013

Ana Karenina, plenitud y vigencia



Dentro de las más destacadas muestras de la narrativa europea durante la segunda mitad del siglo XIX, dos novelas terminaron por convertirse en verdaderos arquetipos de la literatura de adulterio: Madame Bovary, de Gustave Flaubert, publicada en su versión definitiva en 1857, y Ana Karenina, de Liev N. Tolstoi, que viera la luz en 1877.



Sin embargo, más allá de las semejanzas y divergencias existentes entre ambas obras -el desarrollo de lo que hoy llamaríamos una historia de amores adúlteros sofocados bajo el peso de las reglas sociales imperantes, el retrato social de la ya consolidada burguesía francesa y la casi profética representación de los últimos tiempos de la aristocracia de la Rusia de los Romanov- la novela del célebre escritor ruso cuenta con características narrativas particulares que la distinguen de la obra maestra de Flaubert. 





Quien preste atención a la importancia de los epígrafes podrá constatar que la cita bíblica utilizada en el texto de Tolstoi sirve como guiño para indicar que el verdadero protagonista de Ana Karenina es Constantin Dmitriévitch Levine -cuya historia se integra dentro de la trama de la novela bajo la técnica del contrapunto- y que el manejo argumental que se centra en la tormentosa relación entre Ana y Vronsky es solamente un recurso que sirve como marco a su evolución como personaje principal. 



El correcto empleo del paralelismo y del contraste, la perfecta elaboración de los personajes y el manejo mesurado y efectivo de los recursos simbólicos, tanto en la construcción argumental como a niveles de lenguaje, han servido como elementos determinantes para entender el fenómeno de popularidad, aceptación y vigencia que esta obra mantiene hasta nuestros días.





Si el recurso de interpenetración entre las artes puede utilizarse como punto de referencia para medir los niveles de calidad existentes en una obra literaria, resulta destacado el mencionar que la novela del venerable escritor de Yásnaia Poliana se ha caracterizado por ser una de las piezas que más adaptaciones han tenido desde la invención del séptimo arte, entre las que destacan las protagonizadas por Greta Garbo y Vivien Leigh -bendecidas aún por la melancólica fotografía del cine en blanco y negro-, la insuperable de Sophie Marceau; y la más reciente, dirigida por Joe Wright, en donde se puede ver a una Keira Knightley cada vez más madura, alejada del falso oropel de las historias de piratas y en la que el magistral manejo escénico hacen pensar en un acercamiento al texto casi digno de Shakespeare, en donde los diferentes niveles de realidad son manejados teatralmente y como parte de un mismo escenario.