Mucho se ha escrito sobre la más
reciente producción del realizador mexicano Alfonso Cuarón; pero más allá de
los más de 100 millones de dólares de presupuesto utilizados en su filmación, la
tentativa participación de Angelina Jolie y Robert Downey Jr. en los papeles protagónicos,
sus impresionantes efectos visuales, la aparente sencillez de su guion, su efectivo
diseño de sonido, las previsibles inconsistencias con la objetividad científica
y su loable alejamiento de los tópicos del cine nacional, tan plagado de
bodrios, melodramas melcocheros o historias que llevan la denuncia social a
niveles de hartazgo que poco contribuyen a la verdadera reflexión del
espectador, Gravedad es una cinta que
ejemplifica honorablemente las connotaciones entre fondo y forma que deben de
existir dentro de toda obra artística de calidad.
El principio de contradicción
existente entre el argumento y el espacio en el que éste se desarrolla no deja
de parecerme una paradoja fascinante; retratar la profundidad de un viaje introspectivo
inserto dentro de una expedición al espacio exterior resulta ser uno de los
mayores méritos de esta cinta, en la que el toque personal de los planos
secuencia conseguidos por la lente de Emmanuel Lubezki no deja de ser determinante.
Pero, ¿en qué radica la gravedad
de encontrarse bajo los efectos del estado de ingravidez? Entre los famosos Pensamientos escritos por el célebre
filósofo y matemático francés Blaise Pascal existe uno que no dejó de resonar
en mi memoria mientras ocupaba mi butaca en la sala de proyección: “Me aterra
el silencio de los espacios infinitos”. Resultaba imposible no hacer
comparaciones entre Gravedad y la
obra maestra de Kubrick 2001: Una odisea
espacial, sobre todo cuando la imagen del astronauta que se aleja y se
pierde en las profundidades de la nada sideral nos obliga a confrontarnos –tal vez
de la manera más dramática posible- con la voz interna de nuestra propia
conciencia.
Pocas veces se presta atención al
valor simbólico que presentan las imágenes que constituyen al texto visual de
una obra cinematográfica, sobre todo cuando se carece de los referentes a los
que pueden hacer alusión; pero el coronar a cada una de las estaciones recorridas
por la doctora Ryan Stone –interpretada por Sandra Bullock- durante su
viacrucis de vuelta a la tierra con representaciones visuales que identifican
el nivel en que se ubican sus diferentes grados de evolución interior se
convierte en uno de los elementos más valiosos y memorables de la cinta. De tal
modo, las figuras del famoso hasta la caricaturización Hombre de Vitrubio de Da Vinci, el icono ortodoxo de San Cristóbal
y la impasible figura de Buddha, ubicados en los tableros de control del transbordador
y de las estaciones espaciales como símbolos de los estadios científico,
religioso y espiritual del conocimiento humano se convierten en elementos que
evidencian la sutil complejidad subyacente en la estructura narrativa de esta
cinta
Amén de que seguramente seguirá arrasando con premios
y reconocimientos debido a sus poderosos efectos visuales y de sonido, y de que
se encuentre destinada a convertirse en un hito dentro del género de ficción
científica, Gravedad es también un
llamado a la necesidad de reinvención personal, de replanteamiento de valores y
de renacimiento interior de quienes poblamos esta pequeña esfera azul a la luz
de una realidad cada vez más tecnificada y alejada del pleno cumplimiento de sus
posibilidades humanísticas.