Mi patria llora el ejemplar
funesto;
su teatro en errores sepultado,
a la verdad y a la belleza
opuesto.
Moratín.
Contando con la edad de treinta y ocho años, Leandro Fernández de Moratín conoció a
doña Francisca Muñoz y Ortiz, hija jovencísima de un militar fanfarrón e
irascible y de una insoportable charlatana. Moratín perdió la cabeza por la
muchacha y se cuenta que en su diario conservó las ternezas que ella le
inspiraba. Sin embargo, la intromisión de un pretendiente más joven, un militar
llamado Francisco Valverde, acabó con el idilio de don Leandro; doña Paquita se
casó con su mozo enamorado.
Aprovechando su experiencia en vida y haciendo uso de sus méritos
literarios, Moratín utilizó el tema de un hombre de edad que aún enamorado de
una muchacha renuncia caballerosamente a sus bríos ante la presencia de un
pretendiente mejor correspondido y escribió una pieza de teatro en la que de
forma directa criticó uno de los aspectos más característicos de la sociedad de
su tiempo: el caso de los matrimonios arreglados bajo la convención de
intereses, regidos por el abuso de la autoridad doméstica y las dobles morales que suelen caracterizarlas; las cuitas religiosas y el interés privado.
Y lanzando un reto declarado al estricto academicismo imperante en sus
días, Moratín se dio a la tarea de dramatizar su frustración amorosa, idea
sumamente audaz si se toma en cuenta que debido a los efectos del racionalismo
tardío se creía que los asuntos del sentimiento no tenían cabida dentro del quehacer
literario. De tal modo, escrita en un lenguaje natural y a la vez elegante –aún
sin precedentes dentro de la historia del teatro español- El sí de las niñas se ajusta inteligentemente al cumplimiento de
las reglas clásicas.
La obra se desarrolla en su integridad en el vestíbulo de una posada en
Alcalá dentro del lapso de diez horas, salvando así las unidades aristotélicas
de tiempo y espacio; equilibrando con maestría la tendencia de limitación
neoclásica francesa con el más puro costumbrismo español, ampliamente elaborado
a partir del desarrollo de los personajes y el argumento de la obra.
Contando con tan amplias virtudes para sobresalir El sí de las niñas se convirtió en uno de los más grandes
acontecimientos teatrales de la época. Desde el día de su estreno -efectuado el 24 de enero de 1806-
sus representaciones fueron sólo interrumpidas por los recesos impuestos a los
teatros con la llegada de la cuaresma, aunque se esperaba con ansía el fin de
la semana mayor para que nuevas compañías difundieran su triunfo en las provincias
castizas; y fue necesaria la elaboración de cuatro ediciones tan solo en ese
año para satisfacer a la sed de los numerosos lectores.
Muchos fueron los pedantes que bajo el amparo de la Inquisición
intentaron someter a los alcances conseguidos por la obra, más la oportuna
intervención de don Manuel Godoy, favorito del rey y amigo de Moratín, acabó
con la petulancia opositora.
Moratín fue el primer dramaturgo español que consiguió dotar de un tono
serio a un tema que anteriormente sólo había sido ridiculizado al trabajar bajo
las pinceladas de un realismo sutil a unas normas sociales que buscaban
prolongar la sujeción de los derechos femeninos y que se hallaban en palpable
decadencia.