jueves, 8 de mayo de 2014

Moratín: cuando las niñas no dicen sí.

Mi patria llora el ejemplar funesto;
su teatro en errores sepultado,
a la verdad y a la belleza opuesto.
Moratín.

Contando con la edad de treinta y ocho años, Leandro Fernández de Moratín conoció a doña Francisca Muñoz y Ortiz, hija jovencísima de un militar fanfarrón e irascible y de una insoportable charlatana. Moratín perdió la cabeza por la muchacha y se cuenta que en su diario conservó las ternezas que ella le inspiraba. Sin embargo, la intromisión de un pretendiente más joven, un militar llamado Francisco Valverde, acabó con el idilio de don Leandro; doña Paquita se casó con su mozo enamorado.

Aprovechando su experiencia en vida y haciendo uso de sus méritos literarios, Moratín utilizó el tema de un hombre de edad que aún enamorado de una muchacha renuncia caballerosamente a sus bríos ante la presencia de un pretendiente mejor correspondido y escribió una pieza de teatro en la que de forma directa criticó uno de los aspectos más característicos de la sociedad de su tiempo: el caso de los matrimonios arreglados bajo la convención de intereses, regidos por el abuso de la autoridad doméstica y las dobles morales que suelen caracterizarlas; las cuitas religiosas y el interés privado.





Y lanzando un reto declarado al estricto academicismo imperante en sus días, Moratín se dio a la tarea de dramatizar su frustración amorosa, idea sumamente audaz si se toma en cuenta que debido a los efectos del racionalismo tardío se creía que los asuntos del sentimiento no tenían cabida dentro del quehacer literario. De tal modo, escrita en un lenguaje natural y a la vez elegante –aún sin precedentes dentro de la historia del teatro español- El sí de las niñas se ajusta inteligentemente al cumplimiento de las reglas clásicas.

La obra se desarrolla en su integridad en el vestíbulo de una posada en Alcalá dentro del lapso de diez horas, salvando así las unidades aristotélicas de tiempo y espacio; equilibrando con maestría la tendencia de limitación neoclásica francesa con el más puro costumbrismo español, ampliamente elaborado a partir del desarrollo de los personajes y el argumento de la obra.

Contando con tan amplias virtudes para sobresalir El sí de las niñas se convirtió en uno de los más grandes acontecimientos teatrales de la época. Desde el día de su  estreno -efectuado el 24 de enero de 1806- sus representaciones fueron sólo interrumpidas por los recesos impuestos a los teatros con la llegada de la cuaresma, aunque se esperaba con ansía el fin de la semana mayor para que nuevas compañías difundieran su triunfo en las provincias castizas; y fue necesaria la elaboración de cuatro ediciones tan solo en ese año para satisfacer a la sed de los numerosos lectores.





Muchos fueron los pedantes que bajo el amparo de la Inquisición intentaron someter a los alcances conseguidos por la obra, más la oportuna intervención de don Manuel Godoy, favorito del rey y amigo de Moratín, acabó con la petulancia opositora.

Moratín fue el primer dramaturgo español que consiguió dotar de un tono serio a un tema que anteriormente sólo había sido ridiculizado al trabajar bajo las pinceladas de un realismo sutil a unas normas sociales que buscaban prolongar la sujeción de los derechos femeninos y que se hallaban en palpable decadencia.

La directa exposición de sus planteamientos de crítica social, la plena desnudez de los sentimientos expresados por sus personajes y el apego a su propia definición de la comedia española que buscaba suplir a los vicios y errores retratados por los principios de verdad y virtud, consiguieron convertir a la obra de Moratín en una  veleta teatral que anunciaba el arribo de los vientos nuevos.