jueves, 12 de septiembre de 2013

Erotismo en el cine, el espejo del voyeur

Si la naturaleza de la obra cinematográfica permite -por definición- el consumar un deleite para uno de los sentidos más frecuentemente estimulados, el manejo de las temáticas eróticas dentro del séptimo arte supone entonces una suerte de sublimación para los goces visuales. 

Definida como el conjunto de elementos capaces de provocar un placer sensorial, la noción de erotismo resultó ser un elemento consustancial al lenguaje del cine; y ya desde sus más remotos orígenes parecía vaticinar, a través de la proyección de presencias humanas cuyos nombres se perdieron para siempre en el anonimato de los tiempos, el surgimiento de figuras icónicas que desde el distante imperio de la pantalla estimulaban al deseo.

Theda Bara, Marlene Dietrich, Rita Hayworth o Louise Brooks encarnaron a Cleopatra, a Lola-Lola, a Gilda o a Lulú para placer de las legiones vouyeristas que solían abarrotar a las salas de cine en las primeras décadas del siglo XX. Aunque, como tan bien es sabido por el ojo del experto, en los dominios del deseo no se conocen limitantes ni fronteras; y así fue que más de una mirada se rindió complacida ante el poder de un Douglas Fairbanks o la enigmática presencia de un Rodolfo Valentino.

La llegada del sonido y del color a la pantalla consiguieron el final acercamiento a la recreación de la elusiva realidad que perseguía el erotismo en el cine, permitiendo el arribo de secuencias que lograron integrarse de inmediato a la memoria colectiva, como la imagen inmortal capturada por la lente de Billy Wilder en la que la eterna y blonda belleza de las piernas de Marilyn Monroe es asediada por el viento de un extractor en la memorable La comezón del séptimo año.


Y aunque intentar un recuento de los filmes que han logrado capturar la belleza y el poder de los cuerpos que consiguen que aflore el deseo resultaría ser una empresa interminable, bien vale el placer -que no la pena- el iniciar un recorrido personal por el trabajo de los cientos de cineastas y de actores que a partir de su labor han dado vida al universo del voyeur en la pantalla; pasando de Cecil B. de Mille, Kubrick y Bertolucci hasta Cronenberg u Oshima.

En mi caso personal, el húmedo bautizo que supusieron filmes como El amante de Jean Jacques Annaud o La muerte en Venecia de Luchino Visconti devinieron en experiencias determinantes.

martes, 3 de septiembre de 2013

El cinematógrafo, fruición y hechizo de la imagen animada

Aunque el rastreo de sus elusivos y contradictorios orígenes ha provocado polémicas y nutridas discusiones, se ha logrado aceptar la convención que afirma que la realizada el 28 de diciembre de 1985 en el exótico Salon Indien del Grand Café ubicado en el Boulevar des Capucines número 14 de París fue la primera exhibición pública y de pago de una película.

Habilitada originalmente con cien asientos -cuyo precio valía la módica cantidad de un franco- el visitante de esta novedosa sala de proyecciones podía disfrutar de la exhibición de 12 películas cortas que en su conjunto duraban alrededor de 30 minutos. 



Con motivo de una firme convicción por parte de los hermanos Lumière que aseguraba que su controvertido descubrimiento carecía por completo de futuro, el perfil de sus primeros materiales cinematográficos era de corte naturalista y exclusivamente documental.  








De este modo, la llegada del tren a la estación de Ciotat, la salida de los obreros de la fábrica Lumière en Lyon Monplaisir, postales en movimiento de la vida cotidiana de París o de algunos bañistas en la playa fueron las primeras películas presenciadas por los espectadores de esta novedosa y desconcertante realidad visual que se encontraba a caballo entre la ciencia y el arte.

Y aunque los resultados económicos del primer día de función parecían conceder razón a los pronósticos de los Lumière -sólo se lograron vender 33 entradas-, tres semanas después las ganancias diarias ascendían a los 2000 francos.




A pesar de que la historia del cine no había hecho más que despuntar, serían necesarios tan solo unos cuantos meses para que las obras cinematográficas realizadas por los pioneros del cine comenzaran a narrar, mediante el uso de recursos visuales, historias ubicadas dentro del terreno de la ficción, elemento que distingue a la mayoría de las cintas exhibidas en las salas de cine hasta nuestros días.